La advocación mariana de la virgen de la Caridad del Cobre está ligada íntimamente a la historia de Cuba desde los inicios de la colonización y de la evangelización.
El mito de la aparición de su imagen sobre las aguas de la bahía de Nipe (situada al norte de la región oriental) describe cómo dos indios y un niño negro la llevaron hasta las alturas de Barajagua (provincia de Holguín) donde fue venerada.
Por Olga Portuondo Zúñiga
Luego fue trasladada hasta las minas de Santiago del Prado (El Cobre) por el franciscano Francisco Bonilla, para ser reconocida y colocada, en el transcurso del siglo XVII, en una ermita situada en el Cerro de Cardenillo.
Posteriormente, los llamados cobreros (descendientes de antiguos esclavos realengos angolanos) le levantaron un santuario por devoción a ella y como expresión de unidad en la prolongada lucha por sus derechos de criollos y por su libertad.
En el transcurso de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) la creencia en la Virgen del Cobre sirvió también de estímulo al grandioso esfuerzo por la libertad de los cubanos.
Su imagen se confundió con la causa revolucionaria independentista para identificarla con el sobrenombre de La Virgen Mambisa, tal y como expone Emilio Bacardí en su novela testimonial Vía Crucis.
Los insurrectos, dirigidos por el Brigadier Félix Figueredo, ocuparon el poblado de El Cobre y, el 2 de enero de 1869, Carlos Manuel de Céspedes visitó el Santuario y, ante la presencia de las tropas mambisas y de los moradores, quienes “acompañándose con sus tumbas, marugas y otros instrumentos de origen africano”, le rindieron un tributo patriótico a la virgen.
Más que sagrado era un gesto político del Padre de la Patria, que reconocía la tradición religiosa criolla y estimaba la devoción por la Virgen del Cobre como poderoso recurso de identidad entre los cubanos.
En su diario de campaña, el miembro de la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas, Ignacio Mora, describe la fiesta de la Caridad en la manigua, donde el pueblo:
“Sin tener qué comer, pasa dedicado estos días en buscar cera para hacer la fiesta al estilo mambí, esto es, encender muchas velas y suponer que la imagen de la Virgen está presente. En todos los ranchos no se ve fuego para cocinar sino velas encendidas a la Virgen de la Caridad. [1]
Reiniciada la lucha por la independencia en 1895, en la tradición religiosa popular permanecieron los mismos principios de ética patriótica vinculados al culto de la virgen cobrera.
Como en 1868, los miembros del Ejército Libertador acostumbraban a llevar resguardos y medallas con su imagen para procurar su protección en el combate.
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