En el nuevo escenario surgido luego del pasado 17 de
diciembre, también los medios masivos de difusión y las instituciones
culturales asumen un rol insustituible
Posiblemente el miércoles 17 de diciembre trajo para muchos
la noticia más relevante del pasado año en el ámbito internacional: el anuncio
hecho por los presidentes de Cuba y Estados Unidos de restablecer las
relaciones diplomáticas entre ambas naciones.
El reconocimiento, por parte del mandatario Barack Obama,
del fracaso de la política de hostilidad, aislamiento y bloqueo impuesta a
nuestro país, refleja, a su vez, la firmeza y dignidad del pueblo cubano en la
defensa de nuestros valores y principios al hacer frente durante todos estos
años a las embestidas de la potencia más poderosa en la historia de la
humanidad.
Fuente: Cubaperiodista
No obstante, nadie imagine ni por un momento que ahí termina
para Cuba la batalla que hemos librado durante tantos años. Tal y como
planteara nuestro Presidente Raúl Castro Ruz, en la recién concluida III Cumbre
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), los propios
“voceros del gobierno norteamericano han sido claros en precisar que cambian
ahora los métodos, pero no los objetivos de la política, e insisten en actos de
injerencia en nuestros asuntos internos que no vamos a aceptar”.
Ahora, sencillamente, cambia el escenario y son otros los
matices, lo cual exigirá serenidad y reflexión de nuestro pueblo, pero a la vez
mantener, ante el nuevo proceso que se inicia, la firmeza que nos ha
caracterizado siempre.
No podemos permitirnos ser ingenuos frente a los actuales
retos que tenemos por delante e ignorar la naturaleza que ha distinguido las
relaciones entre los dos gobiernos; mucho menos obviar el hecho de que se
pretende, desde territorio norteamericano, erosionar la institucionalidad
revolucionaria a través de métodos diferentes, cuyas bases fundamentales están
ahora en los terrenos ideológico y cultural, sin abandonar el afán de conducirnos
al colapso económico.
Urge pues, continuar fortaleciendo el trabajo educativo en
las escuelas para reforzar valores asociados al socialismo, la soberanía y el
patriotismo. Justamente en nuestros maestros y profesores están uno de los
principales baluartes en el campo de los valores y las ideas. Suficiente
agudeza e integridad los caracteriza para atemperarse a los nuevos retos y
salir victoriosos de ellos.
En la enseñanza de la historia de Cuba, contando a niños y
jóvenes las verdaderas contradicciones y multiplicidad de matices que la
caracterizan, cuyos protagonistas son héroes de carne y hueso, podemos
encontrar también las respuestas a muchas de las interrogantes actuales.
Nuestras aulas constituyen espacio vital para la formación
de una conciencia patriótica y revolucionaria, para trasladar, con ideas claras y sencillas, pero a la vez profundas,
los valores que a través de los siglos han guiado a nuestra Revolución, los
ejemplos de Martí, Fidel y de todos los héroes que a lo largo de nuestras
luchas por la independencia y hasta nuestros días, han ofrecido a la Patria su
esfuerzo incondicional e incluso su vida.
En el nuevo escenario surgido luego del pasado 17 de
diciembre, también los medios masivos de difusión y las instituciones
culturales asumen un rol insustituible. Toca
a ellos estar más alertas que nunca para contrarrestar la avalancha
seudocultural que nos llega de la industria hegemónica norteamericana del
entretenimiento y pretende a veces confundir “lo estadounidense” con “lo
moderno”.
En más de una ocasión la historia de esta Isla ha dejado
claro que somos por esencia antimperialistas, lo cual no es sinónimo de
“antinorteamericanistas”. Ello, vale aclarar, tampoco se ha traducido jamás en
expresiones de odio o enemistad contra el pueblo y la cultura estadounidenses.
Difundir aún más nuestra cultura popular seguirá siendo
entonces un reto; promoverla, desde el nivel de las comunidades hasta los
medios nacionales, resulta además imprescindible, de manera tal que nuestro
pueblo sea capaz de comprender por sí mismo qué nos identifica verdaderamente
como cubanos, cuáles son nuestras raíces, de dónde venimos...
En tal sentido, adquieren actualidad las alertas hechas una
y otra vez en diferentes congresos de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), sobre determinados rasgos
coloniales en los medios masivos y en la programación de varias instituciones
culturales.
Hay que dejar atrás los llamados en abstracto, las
generalidades, y pasar a la denuncia concreta de variados hechos que tienen
lugar hoy en la sociedad cubana. El papel de la crítica rigurosa a una
promoción cultural colonizada es esencial en el presente.
Y es que todos, desde un sonidista en espacios del turismo o
la gastronomía, hasta un conductor o director de programas cotidianos que se
transmiten por nuestra televisión, juegan su papel en la formación de valores y
en la promoción de las mejores raíces de nuestra cultura.
Urge crear una posición crítica, inteligente, de análisis,
frente al afán por consumir a toda costa “lo último”, que no necesariamente es
lo más instructivo y en ocasiones está saturado de contenidos tontos y vacíos.
Ajustarse a la política cultural del país, a los valores que
a través de ella trasladamos, a las raíces que desde hace más de medio siglo la
sostienen, no puede convertirse en acto de un día o dos, menos en estos
tiempos. Corresponde a maestros y profesores, promotores culturales, artistas y
escritores, instructores de arte, realizadores y directivos de los medios,
trabajar de manera articulada para que nuestras mejores esencias y principios
lleguen de modo coherente a la población, sin conceptos extranjerizantes de por
medio.
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