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martes, 4 de agosto de 2020

El reto de la alimentación porcina


por:Alden Hernández Díaz   
    La comida del cerdo en Ciego de Ávila, y en consecuencia la disponibilidad de su carne sobre las tarimas, transita por caminos irregulares.

De ello da fe el porcicultor privado Alfredo Purniel Gutiérrez, a quien las deudas de pienso en sus contratos con la Empresa Porcina le han obligado a buscar alternativas, con la finalidad de llevar a los animales a un peso de 90 kilogramos (kg) o más en el menor tiempo posible, para rentabilizar unas faenas que no entienden de fines de semana o días feriados.


Alfredo no es el único que se debate en estos vaivenes, integra el grupo de 174 privados a cargo de 260 convenios, que representan el 80 por ciento de la producción de la carne en la provincia del llamado “mamífero nacional”. No obstante las dificultades, ha tenido éxito, pero muchos de sus similares se plantean abandonar o poner en pausa una actividad que no reporta los mismos dividendos de antaño.

La falta de financiamiento por el agravamiento del bloqueo estadounidense y los efectos de la COVID-19 para la importación de piensos y otras materias primas como maíz y soya, obligaron al reajuste de un plan anual de carne de 12 752 toneladas (t), las cuales se redujeron a 8 040, que en las actuales condiciones será muy tenso cumplirlas, según refieren directivos en el territorio.

Con la disminución del comercio mundial y el encarecimiento de muchos alimentos, el país se abocó una vez más al ajuste del cinturón más en clave de sobrevivencia que desarrollo, pues como explicaba el Ministro de la Agricultura, desde noviembre último la irregularidad de los aseguramientos de la ceba han sido constantes, por ello los disminuidos arribos a los puertos tienen como prioridad la protección de la masa básica: reproductoras genética y comerciales, y precebas.

Solo en Ciego de Ávila, por estas causas, los convenios de los productores particulares presentaban hasta principios de julio un déficit de 6 800 t de pienso.

En un escenario de beneficiosa alianza entre la empresa estatal y los porcicultores privados, en la cual la primera les entregaba a los segundos el 70 por ciento de la comida, de 2013 a 2018 la producción de carne de cerdo en Cuba experimentó incrementos sostenidos, pero las condiciones para sostener ese tipo de contratos, en que del total casi el 45 por ciento se compra en el exterior, parecen ser cada vez más lejanas. A mediados del pasado año, la Comisión Agroalimentaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular exponía el paso hacia un esquema de mayor responsabilidad de la base productiva, en el cual el Estado solo garantizará las dos quintas partes del alimento animal.

Es obvio que la alimentación del cerdo pasa por mirar más al surco y menos al arribo de buques. Sin embargo, los campesinos plantean que precisan de más apoyo para conseguir insumos, que los impuestos son desestimulantes y los proyectos de infraestructura se encarecen demasiado, además de los prolongados topes de precios.

Ese salto en la auto sustentabilidad demanda mayor interrelación a través de convenios entre productores de alimentos y porcinos de las mismas cooperativas y agilizar la entrega de tierras y semillas de yuca, boniato y malanga, deficitarias durante los últimos meses.

El reclamo de llenar las canoas de los cerdos se materializará con la entrega balanceada de pienso líquido por la Empresa Porcina. No obstante, su elaboración se resiente, pues el 70 por ciento de la materia prima depende de la actividad turística en la cayería norte.

De concretarse buenos rendimientos en las 6 000 hectáreas de maíz sembradas en el territorio durante la actual campaña de primavera, pudiera aliviarse las importaciones, al destinarse la mayor parte de este grano para la alimentación de los cerdos.

Yandira Sánchez Fuentes, directora de la Empresa Porcina en la provincia, no se atreve a pronosticar una recuperación en el corto plazo; para ella los primeros despuntes se notarían a partir de 2022, y en lo que llega la fecha la apuesta es por la sostenibilidad de la masa básica. Mientras, por los mostradores particulares, hoy casi clandestinos, se les escapan a las estadísticas oficiales una venta, también disminuida, que puede llegar y sobrepasar los 40 pesos por libra.

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