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viernes, 17 de julio de 2020

Mis vivencias en Etiopía

A partir de hoy y en conmemoración al 45 aniversario de las relaciones de Cuba y Etiopia, publicaré una serie de trabajos relacionados con ese pueblo heroico

Mis vivencias en Etiopia



Por Enrique Dámaso Rodríguez Betancourt 

/1La misión



Corría el año 1988, yo con 48 años de edad, la Dirección del Instituto de Medicina Veterinaria de Cuba me propuso cumplir una misión civil en la entonces República Democrática de Etiopia, debía dirigir los servicios de salud animal por la parte cubana por un periodo de dos años. Cubatécnica, organismo que tutoraba dicha colaboración, en aquel entonces, asumía la responsabilidad de la parte metodológica y científico- técnica.



No niego que, al comunicárseme, en un principio sufrí  un sobresalto, pues conocía de la precaria situación zoosanitaria de ese país africano del que había escuchado y leído mucho sobre epidemiología de la región subsahariana y de su geografía, amén de la existencia de animales peligrosos para el hombre.





Desde mucho antes había pedido que no me negaran el derecho a cumplir tan honrosa tarea, a partir de ese momento, la suerte estuvo echada, presenté mis credenciales ante la Dirección Provincial de Medicina Veterinaria en Ciego de Ávila, listo para partir en las próximas  horas.



Luego de realizar los trámites correspondientes en el desempeño de las funciones que llevaría a cabo, partí hacia La Habana, la capital cubana, donde recibiría las orientaciones precisas de un funcionario de los servicios veterinarios para aplicarlas en África.

Formaba parte también de la delegación un grupo de expertos del sistema sanitario en Cuba. En pocos días partiríamos con el fin de cumplir un grupo de actividades  relacionadas con la especialidad de salud animal en esa parte del mundo.



Tales acciones cumplimentaban un acuerdo conjunto suscripto mediante un intercambio económico entre los dos países con el objetivo de mejorar las condiciones sanitarias de los animales tanto estatales como privados. El organismo encargado de ejecutarlo sería Cubatécnica,  responsable en la Mayor de las Antillas de apoyar, orientar  y controlar los proyectos agropecuarios a terceros países.



En la etapa en que me preparaba para la misión, especialistas del Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobierno revolucionario Cubano nos explicaron las características  geográficas, económicas y culturales de esa región africana, como una forma especializada  de enfrentar la futura tarea.



La antigua Abisinia, famosa hasta en las Sagradas Escrituras por ser la patria de la legendaria reina de Saba, tan grata al judío rey Salomón, se encuentra situado en el noreste del continente africano. El otrora reino legendario del Preste Juan tiene por capital a la hermosa ciudad de Addis Abeba, la cual contaba por aquel tiempo, según censo de población realizado, con 1 673100 habitantes.



El vasto país posee una superficie terrestre de 1 221,900 kilómetros cuadrados, la moneda oficial es el Birr y el idioma estatal es el amárico. Etiopía es un país sin costas (la última que tuvo frente al mar Rojo la perdió al independizarse Eritrea), montañoso con alturas de más de cuatro mil metros y aislado de las regiones vecinas por su relieve. Limita al norte con Sudán, al este con Eritrea, Djibutí y Somalia (en el llamado cuerno africano), al sur también con esa antigua colonia italiana, y al oeste con Chad.



Los etíopes pertenecen a más de noventa etnias, de las que sólo siete superan el millón de personas. Los oromos son un tercio de la población, los asmara aproximadamente un cuarto, los tigrinyas un décimo y les siguen otras etnias diseminadas por todo el territorio etiope. La iglesia ortodoxa es mayoritaria, en especial entre los asmaras y tigrinyas. Los  somalìes, afars y aderis son musulmanes. También se practican religiones tradicionales africanas.



La topografía de Etiopia varía desde la depresión de Danakil al este, hasta las elevadas regiones montañosas del oeste, donde sobresales el Rasdasham con 4 600 metros sobre el nivel del mar (uno de los picos mas altos de África). Al sur, entre los ríos Ganale y Shebele, está el macizo de Bale, que se prolonga hasta la región oriental del OGADEN.



La fosa central esta representada por el valle de Rift que atraviesa el territorio de nordeste a sudeste. En el centro del país hay una alta meseta donde se asienta la mayor parte de la población. Además de los ríos mencionados anteriormente Etiopía cuenta con el Nilo Azul, cuya fuente está en el lago Tana, el mayor del país: tuve el honor de conocer y  disfrutar de ambos lugares, de sus bellezas y misterios.



En ese lago, de origen volcánico,  existe un centro de recreación que, como todos los de su tipo, ofrecen bebidas alcohólicas y golosinas. En ese sitio de una manera muy tonta, discutí con un nativo, con quien perdí una caja de cerveza en una apuesta.



Hijo de una isla caribeña que no sabe de volcanes ni de fenómenos semejantes, yo ignoraba las características de las piedras volcánicas. Estas rocas, aunque tienen un peso normal, por dentro son huecas, a causa de la erosión de la lava. Quise hacerme el sabichoso  y ante la mirada socarrona del etiope, perdí y malgasté  mi dinero.  

                

Conservo gratos recuerdos de la temperatura promedio en Addis Abeba. Durante todo el año no sobrepasaba los DIEZ grados centígrados, pero la humedad relativa alcanzaba apenas un treinta por ciento, lo cual favoreció que mi asma bronquial no apareciera nunca durante mi misión norteafricana.



2 El viaje



Una oscura noche de verano de la década del 80 mis pasos se estrenaron en el aeropuerto internacional José Martí, de la capital cubana. El grupo lo integrábamos médicos veterinarios, Ingenieros pecuarios y otros especialistas de Medicina Veterinaria.











En espera de que nos llamaran para los trámites de Aduana y Emigración, nos dirigimos al segundo piso de la Terminal aérea. En ese lugar hay un bar cafetería donde intentamos calmar  los nervios con cerveza Hatuey del país, en tanto con el rabillo del ojo intentábamos precisar cuál era la aeronave que nos tocaría en suerte.



Los trámites no fueron todo lo engorroso que supuse al inicio, y pronto pasamos al salón de espera. Allí fuimos informados que volaríamos  durante veintitrés horas a cinco mil pies de altura, hasta que divisáramos la gran meseta semidesértica africana.



El llamado para abordar el pájaro de acero lo recibimos por el audio local, pero no acudimos, no sé por qué, hasta el tercer aviso. Apenas traspasada la puerta de cristal, a lo lejos observé el vistoso avión Boeing 727 de la aerolínea española Iberia.



Al verlo no pude evitar que a mi mente acudieran imágenes catastróficas de aviones destrozados en tierra, como los había visto en la televisión durante años. Y ahora yo tenía delante de mi uno de ellos y subiría adentro durante casi un día entero.



La autodisciplina, la suficiente convicción y la ayuda de mis compañeros de viaje, favorecieron que abordara el avión sin mirar atrás ni a los lados. Desde luego, la levadura de la cerveza ingerida contribuyó a que perdiera el terrible miedo a remontar las alturas.



Como es de rigor, las aeromozas nos ubicaron en los cómodos asientos, contaron los pasajeros con un aparatico que llevaban en sus manos. Una y otra vez, se encendieron los letreros lumínicos que indicaban NO FUMAR en tres idiomas. Se nos orientó que ajustáramos el cinturón de seguridad e imperceptiblemente el inmenso aparato, se dirigió a un extremo de la pista, un largo trayecto que para mi pareció  interminable.



El capitán impartió las últimas órdenes a la tripulación y de inmediato, el copiloto encendió las restantes turbinas y se escuchó un ruido ensordecedor. Aseguran quienes conocen la rutina de vuelo, que este es un momento muy peligroso, pues de no alcanzar la nave la potencia necesaria, no logra altura y ese seria el fin.



Por esos días, a un avión de la compañía nacional cubana le ocurrió  algo similar y todos sus pasajeros perecieron en el siniestro.  Esa información rondaba en mi cabeza y el estómago me dio un vuelco. El sofisticado pajarraco emprendió la veloz carrera hacia el este, hacia lo desconocido.



Aseguro que, de todos los pensamientos que afloraron a mi mente,  ninguno era positivo. Después de unos largos minutos, el Boeing 727 del vuelo 864 de la aerolínea Iberia levantó su tren de aterrizaje y comenzó a buscar altitud hasta encontrar los necesarios cinco mil pies de altura, donde se mantendría estable y silencioso durante la travesía hasta Frankfurt del Meno, en la antigua república Federal de Alemania, lugar de la primera escala técnica.



A poco el personal del reactor repartió los consabidos alimentos para cada pasajero y una luz de confianza afloró a mis ojos. Pudiera parecer pueril, pero poco después disfruté de un placer que no todos pueden darse: minutos después dejé mi asiento y realicé mi primera micción a gran altura.



La delegación nuestra estaba ubicada en lo  conocido en lenguaje de aviación como clase económica, encima de las alas del aparato. Allí se siente como si ellas se fueran a partir con el roce del viento.



Conocí mi compañero de viaje en el bar de la Terminal de Rancho Boyeros cuando compartimos cervezas, era éste un medico veterinario espirituano, con quien tuve la suerte de trabajar en Etiopia durante un tiempo.



Como cubanos al fin, íbamos preparados para la contingencia de los nervios: casi todos llevábamos en nuestro equipaje de mano la inseparable botella de ron, gracias a ella nos comunicamos entre todos, depositamos mayor confianza en la tripulación y sentimos el sistema nervioso central más apacible, al cabo de muchos años, quien me diría, que me convertiría en un profesional Amigo de la Sociedad de Alcohólicos Anónimos e impartiría conferencia sobre el tema del alcoholismo en centros de estudios, laborales y medios de prensa de la provincia de Ciego de Ávila .



La aeromoza española que nos atendía reconoció en aquel grupo internacional a sus coterráneos de raza latina y tal vez por eso se esmeró en la solicitud hacia nosotros, acción que, vista con el prisma del tiempo, la considero especializada. Por lo menos no faltaron sonrisas, palabras de aliento y, por supuesto, ni bebida ni comida.



En mi ignorancia de las cuestiones de uso horario y otras contingencias geográficas, no fue hasta después cuando supe que nos desplazábamos en contra del tiempo y, por tal motivo, por algo que nunca entenderé, se sirven los alimentos teniendo en cuenta la hora en tierra y cada dos o tres horas nuestro aparato digestivo se colmaba de esos nada despreciables productos.



Por supuesto, esos alimentos estaban bien preparados y con una práctica e higiénica presentación. Quienes viajan con regularidad saben que te entregan todo envuelto en nylon, lo que incluye los cubiertos.





Aproximadamente dieciséis horas fueron suficientes para que el “tubo aéreo” de aluminio arribara al germano aeropuerto de Frankfurt del Meno, una enorme terminal con sus veinticinco puertas de salida a la losa donde descansan las aeronaves. Como dato curioso, en aquel tiempo cada veinticinco segundos despegaba un avión y cada cuarenta aterrizaba otro. En nuestro pequeño país tropical y subdesarrollado no estábamos acostumbrados a ver nada semejante, y ese tráfico tan inmenso nos deslumbró.



Recibimos la orientación de andar en grupos, pues en nuestra condición de cubanos, estábamos expuestos a varios peligros, incluyendo ser encerrados en los baños, para no tener otro remedio que pedir asilo político. De ese modo debíamos —esa precaución es válida todavía—, transitar los cubanos por el mundo, gracias al férreo bloqueo a que nos somete Estados Unidos.



Permanecimos en el aeropuerto de Frankfurt por  espacio de cuatro horas porque el avión realizaba una escala técnica, situación propicia para visitar el local. A cualquier cubano de entonces echar una ojeada a la instalación debía impresionar, en un tiempo en que carecíamos de tantas cosas.



Ahora lo veo como algo muy natural, pero el guajirito de Morón que era yo en esos años 80 no imaginaba que pudiera haber allí tiendas especializadas en todo tipo de insumos, librerías, cafeterías, áreas de juegos y entretenimientos, escaleras eléctricas a nivel del piso  para que uno llevara el equipaje más cómodo.



De igual modo que en La Habana, se escuchó en tres idiomas la solicitud  a  los pasajeros para el vuelo de la línea aérea etiope (Ethiopian Airlines) en otro flamante Boeing 767 en el cual continuaríamos viaje para el destino final.



Con la cultura adquirida del primer intento de remontar las alturas en Rancho Boyeros, este segundo momento estratosférico confieso que lo disfruté.



El ambiente dentro de la nueva nave comenzó a parecerse al África que pronto conoceríamos. Las aeromozas vestían el traje típico de Etiopia, consistente en un vestido blanco largo de hilo con una tela de un color oscuro en los extremos de la pieza y otra que utilizaban para envolver la cabeza y el rostro en ocasiones.



Esta pieza supe que era conocida como gabi: además de imprimirle a las mujeres un sello de distinción, las hacía más bellas, al menos saco la cuenta por las que veía delante de mí. Por lecturas anteriores sabía de la belleza de la mujer abisinia, pero de todos modos me sorprendió la realidad. Nos atendían con mucho cariño al conocer  que éramos cubanos.





El nuevo aeroplano podía considerarse más cómodo y confortable que el anterior. Al menos éste disponía de pantalla cinematográfica y en cada asiento, orejeras de audio con seis canales de radio, de acuerdo con el país sobre el que cruzábamos: Alemania, Suiza, Italia, Túnez, y Egipto.



3/ la llegada 



EL cielo nublado y de pronto comenzó a despejarse, eso pude observar por la abertura oval que tenía a mi lado en el BOEING 767, que ya se anunciaba  en su audio local y exhibía en sus letreros , lumínicos, el característico NO FUMAR y AJUSTENSE LOS CINTURONES, que advertía de la llegada al destino final, y sentí de las entrañas del monstruo de acero un ruido mecánico en el que las CATORCE gomas del tren de aterrizaje estaban listas para dejar impresa algunos kilogramos de caucho al contactar con el pavimento de la losa aérea.



Comienzan los trámites de emigración, luego de un largo tiempo al fin entramos en la República de Etiopía. Dos funcionarios de la Embajada de Cuba nos recibieron, uno de ellos ere el jefe del Contingente de la Agricultura, el mismo que posteriormente, además de ser mi jefe sería mi amigo.



Cuando me lo presentaron lo observé, aparentaba una persona mayor de edad, daba la impresión de ser de la región oriental de Cuba, de tez negra, sentí confianza en él, me pareció noble y Horacio, que así lo llamaban con el tiempo se convirtió en mi confidente.



Rodríguez Ortiz, que así se apellidaba, cumplía la misión civil en Etiopía de dirigir la Agricultura en la colaboración cubana en las ramas de Veterinaria, Pecuaria y Recursos hidráulicos.



Lo acompañaba Marta, una señora alta, mulata, muy carismática, quien tenía la doble responsabilidad de ser la secretaria del jefe y también asumía el rol oficial de ser su esposa, llevaban mas de 20 años de matrimonio y ahora en las postrimerías de sus vidas, cumplían juntos el deber de una misión internacionalista.



Horacio, un añejo dirigente de la Agricultura en Cuba, asumía esta responsabilidad por decisión de las altas esferas del país, que veían en él un gran jefe, un revolucionario cabal y un fiel seguidor de los principios de la Revolución Cubana.



Realmente nunca los engañó porque en los dos años siguiente  en que pude conocerlo, supo poner bien en alto las banderas del internacionalismo proletario.



Terminaron los tramites aduanales de rigor y salí al exterior de

la terminal aérea y a partir de ese momento, mis pulmones se llenaron de aire etiope y comencé a respirar la cotidianidad de ADDIS ABEBA.



Esta denominación de la capital etiope que significa en amárico (idioma nativo) NUEVA FLOR  es también la sede de la Uniòn Africana y de su predecesora para la unidad africana. En esta ciudad conviven personas de mas de 80 nacionalidades y lenguas, además de cristianos, musulmanes y judíos.



La ciudad está situada a los pies del monte ENTOTO, EN UNA MESETA ENTRE 2,300 Y 2,600 metros sobre el nivel del mar. Por cierto, uno de los primeros inconvenientes que sufrí al intentar subir al tercer piso de un edificio por la escalera, fue llegar casi sin respiración a mi destino y muy pálido, una de las consecuencias de la altura. /  Como me acordé  de, los deportistas cubanos, cuando van a PASTEGÈ, Méjico  para adaptarse a las altitudes. Luego de varias semanas  intentándolo, por fin pude  caminar normalmente por las calles etíopes.



Addis está considerada   la capital mas elevada de África y la tercera en el mundo, tenía razón con la falta de aire. En la parte norte de la ciudad es donde se encuentra la mayor altura  3000 metros sobre el nivel del mar y en ese lugar es donde se concentran las barriadas más pobres.



La capital etiope fue elegida por la emperatriz Taytu Betul y fue fundada en 1887 por el rey Menelik II de  la región  Shoa. Dos años mas tarde se convirtió en lo que es en la actualidad. La reina escogió este lugar debido a la existencia de aguas termales, una especie de balneario donde la corte disfrutaba de baños que servían para la relajación del personal ilustre.



La avenida de Churchil es el centro económico y financiero del país, mientras que el Mercato tiene la reputación de ser el mayor mercado de África. La ciudad es la sede del gobierno, también de la comisión de las Naciones Unidas para África y del Instituto Internacional de Investigación ganadera. Dispone además de una Universidad y un Aeropuerto Internacional y de una estación principal de ferrocarril, con las vías estrechas, construida por los franceses hasta el pueblo de Harar y otra parte hasta Jibutì.



La capital acomoda autobuses y taxis estos de color amarillo y mas del 80 % de ellos son particulares, uno de los sindicatos mas fuertes en su estructura al igual que el de las prostitutas, los cuales apoyaron al presidente Mengistu  Haile Mariam a llegar al poder, el que mantuvo buenas relaciones con Cuba en el plano de las colaboraciones en su gobierno de transición de un régimen militar y marxista a una democracia.

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