Estimados colegas.
Puede resultar reiterativo de mi parte, y quizás
innecesario, recordar a los presentes que el periodista es un soldado y la
prensa un arma de combate. Lo ha sido siempre, para bien o para mal, según los
intereses y la intención del propietario del medio o quienes lo respaldan.
Fuente:Radio Habana Cuba
Me atrevo a volver sobre el tema pues hoy, en momentos
trascendentales, coyunturales y decisivos de la historia de nuestra Patria dada
la complejidad del escenario nacional e internacional en que vivimos, el
periodista está llamado a convertirse en un protagonista excepcional de las
grandes batallas que se avecinan en el terreno ideológico y cultural, y en
cuanto frente decidamos emprender la ofensiva, o establecer la defensa.
Como nunca antes en la historia de la Revolución Cubana, los
hombres y mujeres de los medios, deben ser los abanderados de la vanguardia de
la nación.
La intervención estadounidense en la guerra de Cuba en 1898,
fue el escenario experimental para desplegar la primera guerra mediática de la
historias moderna. William Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, zares de la
prensa norteamericana, inventaron historias, encendieron pasiones y manipularon
multitudes, todo para ganar mucho dinero y justificar la intervención militar
de Estados Unidos en una guerra que los patriotas cubanos tenían prácticamente
ganada al colonialismo español.
De aquella época y de la propia guerra de Cuba, nació una de
las mayores falacias e infamias de la historia: el mensaje a García.
Necesitados de héroes en medio de tan nauseabunda intervención, la revista
Philistine convirtió al teniente Andrew Rowan en superhéroe –tipo Rambo– de una
historia totalmente ficticia y que hoy, cual ejemplo de eficacia, se continúa
estudiando en las escuelas militares norteamericanas y en los diferentes cursos
de marketing.
El apoyo inicial a la causa de Cuba en la prensa
norteamericana, amparado en el espíritu de la Resolución Conjunta y el deseo e
identificación sincero de su pueblo en la noble causa, duró el escaso tiempo
necesario, para que el imperio lograra crear el consenso interventor. De
inmediato, los aliados cubanos fueron satanizados y acusados con los mayores
improperios. Estados Unidos impuso sus verdaderos intereses.
Fueron los norteamericanos los pioneros en instituir el
jingoísmo a través de la prensa y en utilizar esta para fomentar conflictos.
“Remember the Maine” se convirtió en grito de guerra. De hecho, desde entonces,
el monitoreo o seguimiento de las noticias se ha convertido en una de las
principales fuentes para la apreciación del peligro real del desenlace de una
conflagración.
Ese modelo de actuación, prácticamente exacto, ha perdurado
hasta hoy. En su momento se agregó al cine, después a la radio y la televisión.
A finales del siglo XX, Internet era apenas un sueño y daba sus primeros pasos.
El mundo ha cambiado y seguirá cambiando de manera galopante
en materia de tecnología aplicada a los medios. Hace apenas un mes, un cable de
prensa reflexionaba sobre la actual tendencia universal a las suscripciones
digitales a periódicos y revistas on line, y al incremento de los servicios de
noticias e Internet, a celulares y a dispositivos móviles. Algo similar está
ocurriendo con la edición de libros y los servicios digitales de radio y
televisión.
¿Hasta dónde llegará esta desenfrenada carrera? Nadie lo
sabe; pero llama poderosamente la atención el interés del imperialismo en
imponer como uno de los principales “derechos humanos”, lo que han dado en
llamar el derecho a la información, que no es otra cosa que la imposición de su
sistema hegemónico de modelos culturales, en su más amplia expresión, sus
valores y sus contenidos de desinformación. Yugoslavia, Libia, Egipto, Siria,
Ucrania, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, son algunos ejemplos de cómo
se combate hoy en los escenarios virtuales.
No casualmente en sus palabras del pasado 17 de diciembre,
el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hacía hincapiés en la necesidad
de mejorar las estructuras de las infocomunicaciones en Cuba. Cabría
preguntarnos ¿nobleza de intensiones? La historia de Cuba, de América y del
mundo, es demasiado elocuente para dar crédito a los cantos de sirenas.
En la nueva realidad global, las fronteras de la información, la piratería, el consumo informal y el flujo de datos, se desdibujan. Los conceptos se redimensionan con la creación de redes globales y nacionales de asociados a diferentes temas, que intercambian a su antojo libros, filmes, datos, música. Ello complejiza la labor de los medios, pone en riesgo sus impactos, y obliga, por tanto, a una mayor creatividad y al rediseño de nuevas estrategias comunicacionales.
Aún en escalas limitadas con relación al fenómeno en otros
países, el complejo escenario ya va formando parte de nuestra cotidianidad y
calando, sigilosa y silenciosamente, en un sector de la población. Los llamados
paquetes, y las redes de antenas con canales de televisión satelitales,
transmiten modelos culturales que tratan de abrirse paso y ganar adeptos en
nuestro pueblo. Ambos se yerguen como retos culturales a enfrentar con
inteligencia, creatividad y calidad.
Las redes sociales y el mundo de las web, son también
escenarios de trabajo y combate para los comunicadores. El 29 de Enero de 2013,
durante la III Conferencia Internacional “Por el Equilibrio del Mundo”,
efectuada en La Habana, el periodista español Ignacio Ramonet, en su
conferencia De José Martí a Facebook, periodismo y compromiso, nos trasladaba
la seguridad de que el Apóstol, que fue un hombre de avanzada en su tiempo, que
estuvo en la primera línea del periodismo de visión profunda y ética, sería hoy
un hombre del combate virtual.
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