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viernes, 1 de julio de 2016

Papó Vilanova siempre entre nosotros

por Mario Martín Martín   
Uno siempre piensa y actúa como si hubiese tiempo para todo. Uno le da largo a los detalles y a los propósitos como si hubiese siglos para cumplirlos. Uno nunca llega a interiorizar cuánta razón tuvo Carlos Gardel: “...que es un soplo la vida...”

En eso pensé al enterarme del fallecimiento, este miércoles, de Eulogio Vilanova Morales (Papó) en su Morón querido. A él me quedé debiéndole una entrevista que pude hacerle, pero que dejé, para otro día, una y otra vez.Este, y otros tantos deslices de mi vida profesional, forman parte del arsenal de encomiendas que nunca me perdonaré haber incumplido.


Y es que no debería hablarse de béisbol, en Morón o en la tierra de Los Tigres obviando a este hombre que no solo fue árbitro de béisbol, sino también jugador de Granjeros en la Regional Oriental en 1963; comisionado de esta disciplina en la Ciudad del Gallo y administrador del legendario estadio Paquito Espinosa. Su pasión por el trabajo, y el deporte de las bolas y los strikes, lo llevó a ser Vanguardia Nacional.

No obstante, casi me atrevo a asegurar que la gloria que más atesoraba de su vida era haber inculcado a los suyos el amor al béisbol. Su hijo, Eulogio Vilanova (Papocito) devino prestigioso manager cubano que llevó las riendas del equipo Metropolitanos y que hizo historia en aquellos enconados duelos con Industriales.

De luto están los familiares de Papó —en la que incluyo a la familia beisbolera del territorio avileño—, pero a soñadores y ejemplos como él no se les dice adiós, sino un hasta luego, pues no dejará de estar en cada strike y en cada out porque, para él, no habrá out 27.


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